La depresión es una alteración del ánimo que se acompaña de otros síntomas que van mucho más allá de una simple tristeza. Hoy en día se habla, con poco fundamento, de bipolaridad o depresión. La depresión implica una afección no solo del estado anímico, sino que compromete al sueño; a la alimentación; a la motivación; al estado físico; a la capacidad de pensar, concentrarse o tomar decisiones y al contenido del pensamiento caracterizado por ideas infravaloración y culpa.
En algunas ocasiones la irritabilidad y los ataques de ira y un sentimiento exagerado de frustración junto a molestias y dolores físicos sustituyen al desánimo, lo que provoca un gran desconcierto y un mal manejo de la situación por parte de las personas que viven, trabajan, o estudian con la persona afectada ya que de ninguna manera pueden imaginar que lo que están viendo y viviendo es una depresión.
La depresión es una alteración del ánimo que se acompaña de otros síntomas que van mucho más allá de una simple tristeza. Hoy en día se habla, con poco fundamento, de bipolaridad o depresión. La depresión implica una afección no solo del estado anímico, sino que compromete al sueño; a la alimentación; a la motivación; al estado físico; a la capacidad de pensar, concentrarse o tomar decisiones y al contenido del pensamiento caracterizado por ideas infravaloración y culpa.
En algunas ocasiones la irritabilidad y los ataques de ira y un sentimiento exagerado de frustración junto a molestias y dolores físicos sustituyen al desánimo, lo que provoca un gran desconcierto y un mal manejo de la situación por parte de las personas que viven, trabajan, o estudian con la persona afectada ya que de ninguna manera pueden imaginar que lo que están viendo y viviendo es una depresión.
Todas estas afecciones afectan en mayor o menor medida a un 10% de la población general desde la edad infantil hasta la vejez. Por sus características, muchas depresiones clínicas son atribuidas a cambios en las etapas vitales bien sean de tipo evolutivo (adolescencia, juventud, adultez o vejez) o de tipo ambiental (por ejemplo, las circunstancias personales de pérdida) y en otras ocasiones se atribuyen “a la forma de ser” de la persona afectada.
Estas atribuciones, la mayoría de las veces erróneas, retrasan el diagnóstico y tratamiento de estos desórdenes emocionales lo cual complica sobremanera tanto la vida de quien los padece como de las personas que comparten su vida.
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