Diagnóstico clínico

Se trata de “poner nombre” al padecimiento. No es infrecuente que alteraciones emocionales significativas sean atribuidas a circunstancias de entorno que poco o nada tienen que ver con lo que el paciente sufre. El ser humano no deja que su malestar no tenga una explicación, de ahí que siempre se busquen, y se “encuentren”, hechos vitales que justificarían, mal que bien, el malestar psíquico presente.

La adolescencia, las rupturas, las crisis vitales, el envejecimiento, el duelo por las pérdidas, los períodos de transición en la vida, las responsabilidades, las exigencias del día a día, no determinan, ninguna de ellas, una causa para la aparición de psicopatología. En algún caso operan como desencadenantes en determinados tipos de personalidad y por ello es ineludible la realización de una historia clínica y biográfica que aclare lo que es patológico y lo que no lo es, esa es la primera información que debe obtenerse y que la persona debe conocer.

El diagnóstico clínico se aplica a cualquier área o ámbito de la persona que se encuentra paralizada, dañada o insatisfecha; la pareja, el trabajo, los estudios, la relación social, los biorritmos como el sueño o la alimentación, la interacción con el entorno, los impulsos, la cognición (atención, concentración, memoria), la motivación, el ánimo. Cualquiera de estos contextos puede ser sujeto de alteración por la existencia de un desequilibrio emocional y es esta inestabilidad la que debe ser diagnosticada y, en su caso, tratada.

Diagnóstico de personalidad

La personalidad viene definida por cómo procesamos la información de nuestro entorno y como reaccionamos a ese procesamiento de la aparente realidad a través de conductas que nos hacen reconocibles para los demás.

La personalidad presenta también variantes problemáticas o patológicas que dificultan enormemente la relación con el mundo que nos rodea.

Piénsese, por ejemplo, en una personalidad proclive al miedo o a la aprensión. Seguramente procesará mucha de la información de lo que acontece a su alrededor en clave de miedo y/o aprensión, lo cual le llevará a conductas de evitación y aislamiento empequeñeciendo y simplificando su vida en exceso.

Podríamos aplicar este mismo razonamiento a personalidades obsesivas, suspicaces, excéntricas, dependientes, ansiosas, narcisistas, histriónicas, o pasivas.

Diagnosticar el tipo de personalidad permite explicar hasta que punto lo que le ocurre a la persona es consecuencia de una alteración emocional “pura” o consecuencia de una mala adaptación de su propia naturaleza a su entorno.

El Diagnóstico de Personalidad se aplica a todas las áreas señaladas en el apartado “Diagnóstico Clínico”.

Tratamiento

No se trata de ofrecer una carta de tratamientos. Cada persona es única y la terapia debe ajustarse a las necesidades de la misma. Existen buenas y diversas herramientas terapéuticas y se ha de elegir aquella que, desde la singularidad del paciente, se considere más eficaz en el momento actual de la persona. Un error grave suele ser el utilizar tratamientos eficaces a en el momento inadecuado o más grave todavía ofrecer tratamientos totalmente ineficaces.

Una vez determinado el diagnóstico el terapeuta explicará con claridad al paciente el tratamiento más aconsejable para su caso y será este quien decida con todos los datos e información que se le aporten si desea realizarlo.

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